Un síntoma de que nos estamos volviendo un país más normal en lo económico es que los ministros de Economía son hoy por hoy de perfil bajo y básicamente tecnócratas. Si bien durante el gobierno de Toledo aún tuvimos titulares del MEF bastante protagonistas y políticos como PPK y Silva Ruete, Fernando Zavala (y algo adelantó en esta tendencia Jaime Quijandría) marcó la última pauta de lo que se viene viviendo ahora con Luis El Puma Carranza y su casi seguro sucesor Luis El Mago Valdivieso (que va a tener que tapar el arco del MEF tan bien como su padre lo hizo en Alianza). Ya los poderosos “superministros” de Economía de antaño, como Beltrán (segundo pradismo), Ulloa (primer y segundo belaundismo), Silva Ruete (Morales Bermúdez, Paniagua y Toledo), Rodríguez Pastor (segundo belaundismo), Alva Castro (primer gobierno aprista), Boloña y Camet (fujimorismo), y PPK (como ministro y como tutor de Zavala durante el gobierno de Toledo), parecen pertenecer al pasado.
Cierto es que siempre el titular del MEF, por más tecnócrata y callado que sea, es el personaje más poderoso del gabinete tras el Premier, pero todo apunta –al menos por el momento– a que ya no tendrá ese papel político activo de otrora. Eso es sano.
Se va muy bien Carranza, con unos números de crecimiento del PBI que serían la envidia de cualquier colega del mundo; con cuentas en azul; con una inflación más baja que el resto del vecindario; con una muy fuerte reducción de la pobreza; con cambios importantes en comercio exterior (rebaja de aranceles), tributarios (simplificación) y laborales (MYPE); con un TLC con los gringos donde tuvo mucho que ver en su implementación; con emisiones internacionales de bonos en soles; con una fuerte reducción programada de la deuda externa; y, last but not least (“al final, pero no menos importante”), sin ningún escándalo que manche su imagen. Lástima que si bien consiguió el grado de inversión con Fitch y la canadiense Dominion, no lo logró redondear con Standard Poor’s por muy poco (Moody’s se ha puesto muy difícil. Es que estas calificadoras la embarraron tanto con las “hipotecas-basura” que ahora se han ido al otro extremo). Y hay que sumar en su activo el valor de aceptar el tremendo reto de trabajar con un presidente que venía con un pasado económico harto complicado –pues mucha gente no creía que hubiese cambiado–, estableciendo finalmente una relación bastante fluida (los encontronazos se dieron más bien con varios ministros). Basta recordar que Carranza renunció sin hacerse muchos problemas al viceministerio de Economía bajo Toledo por estar en desacuerdo con las Interoceánicas, así que hubiera hecho lo mismo de tener algún problema serio con García.
Cierto que tuvo mucha suerte con el boom en los precios de las materias primas, que PPK y su pupilo Zavala le dejaron la cancha bastante limpia, que García lo ha respaldado en casi todo, que pudo abrir un poco más el puño para gastar, que pudo llevarse mejor con el resto de colegas, pero nada de eso resta que cortó orejas y rabo en esta faena.
Carranza se va con algunos kilitos nuevos, amén de varias fuertes desavenencias con colegas que más bien habían enflaquecido, pero no todo es perfecto.
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