16 octubre 2008

Dios salve Ica (15/08)

Hace muchas lunas, me embarqué en una aventura demente. Dejé un ciclo la universidad y me metí a trabajar en Trujillo para una pionera en agroexportación que planeaba vender melones a Holanda. La paga era buena, los números finales espectaculares y tras la cosecha me enviaban 3 meses a Amsterdam para supervisar las ventas. Todo resultó una catástrofe y allí aprendí, a la mala, lo difícil que es hacer negocios (¡felizmente que no era mi plata!). Por eso me río de estos rojos y caviares que hablan como buenos sobre economía y nunca han pagado una planilla, manejado personal, lidiado con la Sunat, descontado letras, sufrido una pésima infraestructura o enfrentado la durísima realidad de una implacable competencia, donde tu producto tenía que ser 101% perfecto. Todos esos son profesores, periodistas, consultores o simples opinólogos, pero nunca han estado en la cancha, desconocen el mundo real. ¡Meros teóricos de pizarrón! Una tarde fui con un equipo a levantar un campo crucial. Estábamos repartiendo los implementos cuando llegó la noticia de que, por un problema de caja, habría un retraso en el pago semanal del día siguiente, que era viernes. La gente se puso brava y no quería cosechar a pesar de que se le explicaba que, tal como sucedió, el dinero llegaba el sábado. Les dije que lo lamentaba, que a mí tampoco me pagaban y que si no levantábamos ese campo, no cumpliríamos con el tercer embarque, lo que significaría que el comprador nos rescindiría el contrato y la cosa se iría a la porra, quedándonos todos sin trabajo y los agricultores sin dónde colocar el producto (en el Perú nadie te iba a comprar una variedad tan rara). No se entendían razones, los ánimos estaban caldeados (por un momento pensé que me linchaban) y seguía el lío, mientras que la luz se iba. Desesperado, hice una cosa absurda: cogí un cuchillo y me puse solo a cosechar ese campo inmenso. Estaba tan concentrado que sólo después de un buen rato me volteé. Todos estaban detrás de mí, como hormiguitas. Juntos salvamos el día. Salvando las distancias, esa debe ser nuestra actitud de ahora en adelante con Ica. Ya, las cosas no se han hecho con la velocidad requerida y la gente allá tiene todo el derecho a estar enojada, pero en lugar de perder el tiempo en buscar culpables y en recriminarnos, debemos todos poner el hombro para levantar pronto al sur. Es estúpido ponerse a pelear cuando el barco se está hundiendo, a menos que seamos como ese periodista comunista hijo de puta (valga la redundancia), ese mercenario de Chávez que se dedicó a hacer una campaña para dejar como un asesino de los 90 a Favre en cuanto se enteró de que éste iba a liderar Forsur, en lugar de ayudar a que las cosas salgan bien para beneficio de los damnificados. ¡Miserable! No sé para qué hablan tanto de los chilenos si los peruanos somos los peores enemigos de los peruanos... ¿Saben lo que hacían los ingleses en 1940 apenas acababa el atroz bombardeo diario alemán? Ondeaban orgullosos sus banderas sobre las ruinas humeantes, cosa que hizo llorar a Churchill de emoción, y se ponían a reconstruir cantando su himno nacional, God Save The King (¡Dios salve al Rey!, porque Jorge VI reinaba en aquel entonces). ¡Imitémoslos!

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