16 octubre 2008

Se fue el rey rojo... (19/08)

T.S. Eliot, el poeta anglo moderno más destacado, escribió: Abril es el mes más cruel/ hace brotar lilas del interior de la tierra muerta/mezcla la memoria y el deseo/ estremece las raíces marchitas con lluvia de primavera... para comenzar su monumental Tierra Baldía. Diría que semejante sentimiento vengo llevando este plomizo agosto, que se me ha venido muriendo un montón de gente conocida y de valía. Ayer por la mañana me cayó como un mazazo la noticia de que Constantino Carvallo había muerto. Me acordé de las palabras del anciano Ricardo Palma cuando se enteró en su Miraflores de la muerte de Piérola en junio de 1913: En la penumbra de mis añoranzas melancólicas, he contemplado desde la ventana de mi retiro la puesta del sol.Carvallo era un espíritu inquieto, un libertario que no había dudado en experimentar y vivir la educación, dentro de un sano laicismo mixto, en su colegio barranquino Los Reyes Rojos (llamado así por un poema de Eguren). Quería algo muy distinto al antiguo sistema de colegios unisexuales religiosos (muchos de ellos nunca se recuperaron de los fuertes golpes que les propinó el velasquismo, el rojerío setentero entre los religiosos y la misma modernidad; ya muchos son una sombra de lo que fueron) y a los llamados colegios de colonia (varios han devenido en cómicamente caros y elitistas, caricaturas de escuelas). No quería gritos, ni castigos, ni amenazas, ni cuarteles, ni cocachos, ni apanados a los débiles, los gordos, los nerds y los afeminados; no quería un The Wall de Pink Floyd o el Leoncio Prado de Vargas Llosa. Anhelaba un lugar donde los niños estuviesen tan libres y tan a gusto estudiando que no sintiesen como una tragedia opresiva quedarse allí después de clases o ir a actividades los fines de semana, que no viesen al profesor como el adulto pesado al que había que soportar a diario o agredir a base de chongo. Y fui testigo de que lo logró, de que los chicos se sienten contentos en su colegio, de que muchas veces hay que botarlos para que se vayan a sus casas. También era de admirar esa política de tener niños excepcionales y de pocos recursos en cada promoción para evitar que se crezca en burbujas, sin respetar y conocer al distinto, al otro. Y me parece verlo aquí, cuando vino a conversar sobre la educación pública, otra de sus preocupaciones. Le dolía mucho que se haya generado esta brecha tan inmensa. Le mortificaba mucho la pérdida de status de la carrera. Y cual Quijote, metió a los chicos aliancistas a su colegio con la esperanza de suplir esos hogares sin padre y con trago, sin valores y con muchas carencias, sin educación y sí mucho callejón y pie. Y cómo sufría a su Alianza Lima, esa pasión masoquista que llevaba dentro. Desde la aurora/combaten dos reyes rojos,/con lanza de oro./Por verde bosque/y en los purpurinos cerros/vibra su ceño./Falcones reyes/batallan en lejanías/de oro azulinas/Por la luz cadmio,/airadas se ven pequeñas/sus formas negras/Viene la noche/y firmes combaten foscos/los reyes rojos.Constantino, como uno de esos reyes rojos, debe ya estar combatiendo en otro lado. Por sus niños. De todas maneras.

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