Ya de regreso de Japón y como es domingo, día de columnas más livianas y personales, permítome contarles que durante mi estadía allá cumplí con uno de los sueños de todo periodista: visitar el Yomiuri Shimbun, el diario más grande del mundo. Y al llegar a sus instalaciones me enteré que J.L. Cebrián, el mandamás editorial del periódico español El País, me había precedido entre los colegas hispanohablantes visitantes, así que me sentí doblemente honrado por la deferencia.
Es que estoy hablando de un coloso: en un clásico formato "sábana" (como El Comercio aquí) vende 10 millones de matutinos ejemplares diarios (le siguen el Asahi Shumbun con ocho millones y el Mainichi Shumbun con cuatro millones, ambos también "sábanas". Ya los lectores más avispados adivinaron a estas alturas que Shimbun significa "periódico" en japonés), coloca el 97% de diarios por suscripción (lo único similar que había visto era con El Mercurio de Chile, con un 70%), emplea a casi tres mil reporteros y 60 fotógrafos, utiliza 2,400 bobinas diariamente para sus dos ediciones (matutina y vespertina de ocho millones. Sólo Chile en Latinoamérica mantiene un vespertino vigente: La Segunda. La modernidad mató aquí a los populares diarios de tarde limeños Ultima Hora y La Tercera de La Crónica), publica 400 mil avisos anuales (que sorpresivamente sólo le significan un tercio de sus ingresos. Su precio de tapa es de US$1.30. Algo que me llamó la atención al revisar sus páginas es que los modelos publicitarios eran mayormente de fenotipo europeo –especialmente nórdicos– no japoneses típicos), jamás ha usado "coleccionables", suplementos especiales, revistas gratis o regalitos para engatusar al público y vender más (peligrosas drogas para los diarios occidentales. Tan adictivas como el "subsidio cruzado", verdadero dumping para mantener precios ficticios o diarios decrecientes), recibe 316 millones de entradas en su web, usa 2,500 camiones diariamente para la distribución, ha logrado el ISO 14001, lo lee el 20% de hogares nipones, recibe 42 mil cartas anuales de los lectores y posee 29 centros de impresión descentralizados (alucine con las mastodónticas rotativas, "Made in Japan", que vi rugir a toda máquina).
Descomunales y terriblemente efectivos por donde se les vea. Aparte, este diario, fundado en 1874, posee estaciones de radio y tv, una editorial, un instituto tecnológico, un centro comercial, un club de golf, una agencia de viaje, un asilo, un parque de diversiones, el equipo de béisbol Los Gigantes (aún el deporte más popular allá, aunque ya jaqueado por el fútbol) y, agárrense, una orquesta sinfónica.
Asimismo, me comentaron que no cotizan en bolsa por "precaución" ante OPAs hostiles, que una familia controla el diario y que el todopoderoso magnate periodístico australiano Rupert Murdoch y su monstruo "NewsCorp" anduvo, sin éxito, rondando el mercado japonés para comprar a uno de los tres grandes.
Sólo otro sitio me abrumó tanto allá: las gigantescas instalaciones manufactureras de "Toyota City" en Nagoya. Pero eso ya será tema de otra columna.
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