¿Qué clase de autoridades tan mediocres y perniciosas se pueden elegir que se oponen a la edificación de un museo y a una mejora sustantiva en la calidad del profesorado? No hablo de los típicos imbéciles que frustran actividades mineras, que nos ahogan con miles de trámites absurdos, que imponen licencias onerosas, que toman carreteras, que alientan paros contra leyes cuerdas, que les edifican monumentos al lagarto... No. Hablo de gente aún peor, que sabotea la llegada de la cultura a las masas en un país donde la ignorancia es el peor enemigo, de lejos. Lo de Barranco es increíble: un alcalde bárbaro que se opone a un museo (bueno, es el mismo caballero que le volvió a cambiar el nombre a una calle bautizada Vargas Llosa…).
Cierto que los promotores de esa iniciativa han demostrado ser unos inútiles de marca mayor, que han avanzado muy poco en su edificación en varios años, que parece que no han cumplido con pagar cuotas ediles establecidas y que encima parece que tenían la frescura de usar el terreno para otras actividades sociales rentadas. Cierto es también que muchos de nuestros artistas mostraron ser muy poca cosa cuando se opusieron a que el local lleve el nombre de Fernando de Szyszlo. Pero barbaridades, ineficiencias, conchudeces y mezquindades no deben impedir que ese museo se concrete. Pero la palabra “peor” no tiene límite en el Perú. Todos los estudios –la consultora McKinsey, que es la mejor del mundo, acaba de publicar uno extraordinario– revelan que el elemento más importante para mejorar la educación pública es el maestro. El tema central no es mejor infraestructura, más horas de clase, más gasto per cápita o mejores sueldos. Cierto que todo eso debe estar presente, pero de nada sirve si no tienes un profesorado capaz. La realidad actual peruana es el mejor ejemplo de cómo la educación pública degenera en un desastre merced a pésimos “maestros”, unos ignorantes que no pueden aprobar ni siquiera exámenes muy elementales, liderados por brutales mafias ideologizadas --las alcahuetas de esta situación– que hasta roban exámenes. Por eso fue muy sana esta decisión del Ministerio de Educación de exigir que los futuros contratados pertenezcan al tercio superior de sus promociones. Así ingresará lo mejorcito y de a pocos se formará un profesorado digno de ese nombre. Esto y mejores sueldos –siempre sujetos a evaluación para exigir mejoras y no automáticos– le devolverán el respeto y el estatus social que esta carrera jamás debió perder.
Pero no existe peor enemigo de un peruano que otro peruano, y una serie de presidentes regionales están tratando de eliminar este requisito, sea por fines electoreros, sea porque son unos maricones que se mueren de miedo. No me sorprende ver a gente como Guillén o Fuentes en esto, porque ambos son enemigos de todo progreso. Pero Simon sí que se quitó la careta... Merecerían que les aten ruedas de molino al cuello y los tiren al mar, como se castigaba bíblicamente al que atentaba contra la niñez.
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